En todas las relaciones de pareja nos juntamos personas únicas. Cada uno con su personalidad, con sus virtudes y sus defectos. Es normal que haya algo que haga nuestra pareja que nos moleste o a la otra persona de nosotros. También es normal tener puntos de vista u opiniones distintas. Por ejemplo, puede habernos molestado cómo nos ha hablado en algún momento o a nuestra pareja molestarle que no hayamos hecho la comida o planchado la ropa para mañana. Podemos no estar de acuerdo en dónde ir de vacaciones, en qué gastarnos el dinero que hemos ahorrado o a qué colegio llevar a los/as hijos/as.
Los conflictos de pareja son una parte más de las relaciones. Gestionar bien estas tensiones es clave para tener una relación sana y que la relación perdure. Para ello, un aspecto clave es la comunicación. La comunicación nos permite transmitir nuestro punto de vista y entender el del otro. Es el elemento principal para buscar juntos soluciones a lo que nos molesta y avanzar en la construcción de nuestra relación.
¿Qué podemos hacer cuando discutimos o aparece un conflicto?
Dar espacio al enfado en los conflictos de pareja
Una de las emociones más comunes que aparece en los conflictos de pareja es el enfado. El enfado nos activa y nos indica que hay algo que no nos ha gustado y que queremos poner límites. Sin embargo, la activación del enfado nos vuelve emocionales y reduce nuestra capacidad de actuar de manera racional. Si esto sucede, lo más probable es que nos pongamos a la defensiva, no escuchemos al otro y sea difícil que podamos llegar a entendernos.
Para evitar incrementar el conflicto cuando el enfado es alto, podemos aplazar la conversación un tiempo determinado hasta que estemos más tranquilos. Esto no significa hacer como si no hubiese pasado nada. Para poder resolver lo que ha iniciado el enfado, hemos de acordar cuando volveremos a hablar de lo que nos ha molestado. Por eso, es importante hablar con nuestra pareja antes de la discusión suceda y, en el momento de dejar el conflicto, explicar que nos vamos a ir hasta que el enfado se reduzca y cuándo volveremos a hablar del tema. Si no lo hacemos así, la otra persona puede entender nuestra retirada como un ataque e incrementar el malestar.
Escuchar y escuchar bien
Cuando discutimos, solemos querer expresar nuestra opinión y que nos escuchen. El problema, es que ambos queremos ser escuchados. Para reducir el enfado del otro y poder buscar una solución, es importante escuchar qué piensa la otra persona, qué le ha molestado, qué opina o cómo se siente. Para ello, además de estar atentos a lo que dice y hace nuestra pareja, y tener una actitud receptiva, es importante que le mostremos que le/la hemos escuchado.
Podemos decirle lo que hemos entendido lo que quiere o qué le molesta o enfada (p. ej., “por lo que dices, tú piensas que es mejor hacer esto por esto y esto otro”) o mensajes que muestren comprensión de las emociones de la pareja (p. ej., “veo que lo que hice te ha enfadado mucho”, “entiendo que esto es muy importante para ti y no te has sentido comprendido/a” o “sé que te he hecho daño diciéndote eso”) son frases que ayudan a que se sienta entendido/a y a atajar problemas de comunicación en la relación.
Utilizar “mensajes yo” en los conflictos de pareja
La realidad que percibimos y sentimos cada uno es distinta. Es conveniente entender y mostrar lo que nos molesta o preocupa hablando en primera persona y sin juicios. La clave está en explicar cómo nosotros estamos viviendo el problema.
Los mensajes yo nos ayudan a transmitir a la otra persona cómo nos hemos sentido y lo que hemos pensado. Se trata de mostrar el propio punto de vista respetando que nuestra pareja pueda estar percibiendo el problema de otra manera. Por ejemplo, podemos decir “cuando haces X, me siento Y” o “me preocupa que si hacemos Y vaya a pasar X”. Esta forma de expresarse favorece que ambas partes se sientan con la libertad de expresar su experiencia personal favoreciendo la comprensión y el respeto mutuo.
Expresar de manera concreta lo que nos molesta
Es normal que en momentos de discusión digamos frases como “eres un/a vago/a”, “siempre haces lo mismo” o “nada de lo que te digo te importa”. Estas frases incluyen el “siempre”, “nada”, “nunca” o el “eres”. Estas palabras indican que en todas las situaciones la persona se comporta mal, o que es su personalidad la que genera un problema.
Hablar con esas palabras dificulta avanzar positivamente en el conflicto porque da la sensación de que nos molesta la totalidad de la persona. Por el contrario, hablar en términos de comportamientos concretos ayuda a limitar el problema y favorece que podamos definir qué queremos que cambie. Por ejemplo, en vez de “eres un/a vago/a”, podemos decir qué es lo que nos ha molestado (p. ej. “las últimas dos semanas no has colaborado en la limpieza de la casa”). Esto a su vez nos ayuda a pensar e indicar qué puede hacer nuestra pareja para resolver el problema (“encargarse de limpiar los baños y el salón”).
No sacar conflictos pasados
En el momento que hay un conflicto, es normal proyectarse a otras situaciones pasadas similares y recordarle a nuestra pareja otras cosas que nos han molestado previamente. Sin embargo, esta expresión de otros conflictos añade el malestar de esos momentos al problema actual. Esto puede aumentar el enfado de la otra persona y, además, desvía el tema de lo que nos interesa.
Por ello, es importante dirigir la conversación hacia el problema actual. Si los otros problemas todavía nos molestan o nos preocupan, podemos buscar otro espacio para hablarlos con nuestra pareja.
En resumen, hay muchas formas de mejorar nuestra forma de expresarnos y de lidiar con las discusiones. Cuidando la comunicación en estos momentos, podemos buscar mejores soluciones que nos ayuden a cuidar nuestra relación de pareja.
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