Abandono en la infancia: Cómo entender la herida de abandono

Pese a que nuestros seres queridos siempre tratan de que contemos con una infancia lo más sencilla posible, la gran mayoría de las personas contamos con heridas de la infancia que nos marcan e influyen en la vida adulta. El abandono en la infancia y, por ende, la herida de abandono, es una de estas dificultades que, pese a ser silenciosa, deja profundas secuelas en el desarrollo.

En el artículo de hoy te vamos a hablar en profundidad sobre las diferentes formas de abandono y cómo estas impactan y afectan en el desarrollo de los más pequeños. Si te interesa esta tema, entonces sigue leyendo.

¿Qué es el abandono en la infancia?

Abandono la infancia

Dentro de la psicología, denominamos abandono en la infancia a la falta de cuidados y/o atención, ya sea de forma física o emocional, que puede sufrir un niño desde su nacimiento hasta los 12 años por parte los cuidadores principales.

Este abandono, como hemos mencionado, puede presentarse en diferentes formas: abandono físico o emocional. A continuación os hablamos más en profundidad de ellas:

El abandono físico

Cuando hablamos de abandono físico nos estamos refiriendo a una situación en la cual, durante la infancia del niño o niña, uno de los cuidadores no estuvo presente. Esto suele ocurrir en algunos casos de divorcios tormentosos, fallecimiento de los progenitores o incluso cuando estos cuentan con excesivas responsabilidades fuera del hogar.

Hasta la fecha, este tipo de abandono era el único tenido en cuenta dado que se trata del más visible. Sin embargo, como vamos a ver a continuación, no es el único existente.

El abandono emocional

Durante la infancia, los niños y niñas necesitan en gran medida a sus progenitores o figuras de referencia, especialmente en lo que a lo emocional se refiere. Al no contar con las herramientas para comprender o gestionar sus emociones, estos tienden a buscar protección o solución en sus referentes.

En caso de no encontrar esta protección o de no sentir sus necesidades emocionales cubiertas, se puede crear lo que llamamos herida de abandono emocional. Esta hace referencia, como hemos explicado, a la ausencia de los progenitores percibida por el niño en lo que a amor, atención o cuidado se refiere, pese a estar físicamente en su vida.

En ambos casos, el abandono en la infancia puede llegar a tener un gran impacto en la vida adulta del niño o niña, favoreciendo la repetición patrones de comportamiento concretos.

Herida de abandono: su impacto

El abandono puede impactar en los esquemas mentales que se interiorizan en la infancia sobre los demás y uno/a mismo/a afectando al comportamiento posterior en la edad adulta.

A nivel de los demás, quien ha experimentado situaciones de abandono puede interiorizar el esquema de que los demás no van a estar cuando lo necesite, viviendo con desconfianza las relaciones y dudando de poder apoyarse en otras personas en los momentos que lo necesite. Esto puede conllevar que en la época adulta le cueste establecer relaciones cercanas de confianza, que tienda a resolver los problemas por sí mismo/a sin apoyarse en nadie y/o que tenga mucho miedo de perder a las personas con las que se relacione, pudiendo generar relaciones de dependencia.

A nivel de uno/a mismo/a, la ausencia emocional o física de alguna figura de referencia puede generar dudas sobre el valor de propio para ser querido, por ejemplo, dudar de que alguien le vaya a querer, pensar que se tiene algo malo o dudar de ser suficiente para ser querido/a. En estos casos, puede aparecer el miedo a la soledad, la necesidad de aprobación y/o la búsqueda de reafirmación externa del propio valor.

Los esquemas concretos que se aprendan variarán y serán específicos de una persona u otra en función de sus vivencias. Por todo ello, son muchas las consecuencias que pueden aparecer al haber sufrido una herida de abandono en la infancia. A continuación resumimos algunas de ellas:

  • Inseguridad y desconfianza
  • Miedo al abandono
  • Baja autoestima
  • Dependencia emocional
  • Autosabojate
  • Miedo a la soledad
  • Búsqueda de seguridad y garantías externas
  • Hipervigilancia
  • Necesidad de aceptación
Efectos de una herida de abandono

Como sanar la herida de abandono

Pese a que las heridas de la infancia son complicadas, es posible sanarlas y paliar las consecuencias que estén teniendo en nuestro comportamiento.

Para ello, es importante conocer cuáles son los esquemas internos, emociones y patrones de comportamiento que se han ido interiorizando y buscar otras alternativas para relacionarse con los demás desde la aceptación personal y la de los demás.

Siempre que se necesite ayuda para identificar o trabajar esos patrones, se recomienda acudir a terapia para adultos donde el/a psicólogo/a o terapeuta analizarán cada caso en particular y nos darán las herramientas necesarias para combatir nuestras creencias internas y nos acompañarán durante el proceso.

En Marhela Centro de Psicología estaremos encantados de ayudarte durante este cambio. Puedes ponerte en contacto con nosotros para pedir cita llamando al 623 165 444 o mediante el formulario de contacto en nuestra web.

Conclusión

Como habéis podido observar, el abandono físico o emocional que en algunas ocasiones ocurre durante la infancia puede suponer tener mucho impacto en el desarrollo del niño o niña y afectar en su comportamiento como adulto. Algunas de las consecuencias de este tipo de herida de la infancia son la inseguridad, el miedo al abandono, el autosabotaje, la hipervigilancia o la búsqueda de garantía y seguridad externas. No obstante, estas heridas se pueden curar con la ayuda de un terapeuta o psicólogo especializado en terapia para adultos.

Si quieres saber más sobre el mundo de la psicología, no dudes en visitar nuestro blog. Hasta el próximo artículo.

Marta Herrero Lázaro psicóloga en centro Marhela

Marta Herrero Lázaro

Doctora en Psicología Clínica y de la Salud por la Universidad Autónoma de Madrid. Máster en Psicología de la Salud y Licenciada en Psicología.

Psicóloga sanitaria con número de colegiada AA – 01093 en el Colegio Oficial de Psicología de Álava.

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